Ezequiel volvió de otro planeta, todo quemado.
Mientras él se sacaba la piel, yo sonreía recordando los efectos de la plasticola y los rayos ultravioletas.
"Hubo todo tipo de danzas" dije, y él comprendió que me refería a la lluvia, porque por esos días mi lenguaje se había mojado hasta oxidarse.
Por otra parte no podía entenderlo, ella me convenció de que no tengo cuerpo, entonces había solo un gran círculo de bordes imprecisos que recorría las cosas, y a eso yo lo llamaba visión. También había una voz que manejaba casi a mi antojo, pero no sé de donde salía. Detrás de ese gran círculo no había nada delimitado, sólo un algo que interpretaba, un ente parlante y campante o cantante. También había aprendido a silvar.

Ezequiel lleva siempre un lápiz en la mano. Cuando yo empiezo a difuminarme él traza de nuevo mis formas.
Después de eso casi siempre vamos a tomar un helado.


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