Todo lo que pueda llegar a decir se resume en un bostezo.
Tengo a mano todas las imágenes desgarradoras, ninguna intención de usarlas, ningún sueño aparte del de evitar seguir reencarnando en esta mitad descalibrada.
Y es ya una suerte de tradición, una tarea necesaria, todos los días disfrazarme de lo que soy, abotonar hasta el último botón, darme un beso en el espejo y salir en busca de lo que no me falta, o viceversa.
Cierta simpatía por la finitud me lleva a tener los ojos enmarcados, y por similares razones, me caen mejor las rectas que los círculos. A menudo siento estar caminando para atrás cuando en realidad estoy caminando de costado pero en realidad estoy durmiendo o mirandome la mano, y todo esto hasta que tropiezo con algún recuerdo y caigo de espaldas a velocidad pluma, entonces ahí, tirada en mi memoria, escribo una canción sobre lo inapropiado de la caminata reversa y la poca confianza que se le debe tener a las figuras cósmicas, sino es a toda figura en gral.
Es decir, después de recuperar la inconciencia esto es lo mejor que puede hacerse.

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